Llega un momento en la rutina diaria
en que te cansas y necesitas vacaciones. Hace años que no me tomaba unos días,
años que llevaba trabajando sin tener tiempo para nada más. El trabajo es algo
que te consume, te agota, te deja sin energía para buscar más opciones en la
vida. Así pues, un día, entre la gente de traje que me rodea, entre los cláxons
intermitentes del tráfico, en medio del humo que se emana del escape de los
coches, decidí que no podía más, tenía que tomarme unas vacaciones. ¿Pero a
dónde?
– Son populares – me dijo. – Mucha
gente está yendo allá por estos días.
– No, ésos no me llaman la atención
– le contesté cortésmente.
Había folletos de Europa, lugares
tan fascinantes y populares como Madrid, París y Londres, tan exóticos como
Varsovia o Budapest, y de ensueño como Venecia. No obstante tampoco llamaron mi
atención.
– Quiero algo original Jorgito,
algún viaje que no sea común.
Me ofreció entonces un folleto
extraño.
– Éste me acaba de llegar – es un
proveedor que comienza en el negocio.
“Viajes al futuro”, decía la
portada.
– Sí, me parece que eso era lo que
buscaba –. Le agradecí a don Jorge y le dije que lo hojearía y volvería después.
En casa, un poco relajada y disfrutando de un té herbal, abrí el folleto.
Efectivamente, lo que se anunciaban
eran viajes al futuro. Había planes para el futuro cercano: “evite los malos
momentos, adelántese unos días”, decía. También había otros para futuros más
lejanos, “conozca más allá de su tiempo”, “olvídese del pasado”, “viaje más
allá del calentamiento global”, “trascienda la humanidad”. Incontables fotos
ilustraban la publicidad con precios variados, algunos accesibles y otros exorbitantes.
Podrían congelarme y despertar siglos en el futuro, podría sólo saltarme
algunas semanas para ver el resultado de las elecciones o de los partidos de
futbol, podría viajar hacia el tiempo que quisiera. ¿Pero habría regreso?
Leí las letras chiquitas.
No, no lo había, al menos no
mientras el negocio comenzaba.
Así pues, escogí un viaje corto.
Algunas semanas en el futuro no estarían mal y me decidí a experimentarlo. Al
llegar a mi destino, no muchas cosas habían cambiado, la misma gente con
algunos días más grabados en su rostro, la pintura un poco más maltrecha de las
calles. Yo, habiéndome saltado la navidad, la cuesta de enero, el día de San
Valentín e incluso la llegada de la primavera. Algunas monedas antiguas en mi
bolsa. El descanso merecido a un trabajo que me tenía agotada…
Quizá lo único bueno de estos días
de vacaciones, es que la empresa de viajes prosperó un poco. Ya ofrecía viajes
al futuro con regreso y también viajes al pasado, sería bueno intentar uno de
ellos algún día de éstos.
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