enero 07, 2017

El regalo de reyes

Los primeros días de enero habían transcurrido con cierta lentitud después del trajín interminable del mes pasado. Los niños aún no entraban a clase pero por suerte su papá tampoco y decidió llevarlos a todos los lugares donde no había podido hacerlo el mes pasado.

Jonathan trabajó la primera quincena y cobró su aguinaldo. Estaba feliz. Descansó la segunda quincena que se convirtió en un ir y venir de visita y de paseo a ver a la familia, los amigos, las exposiciones navideñas, los eventos, las posadas, las fiestas y la comida. Susana lo acompañó a lo que pudo. El resto del tiempo se le fue en preparar la comida: una gran cantidad de comida que desde el 25 de diciembre almacenó en toppers que le salvaron la vida la última semana de diciembre y hasta los primeros días del año nuevo, dejándola descansar un poco.


Para Jonathan la navidad significa tratar de mostrar todo lo que él recuerda a sus dos hijos que hasta hace unos días relacionaban la época navideña con regalos de Santa Claus y con los de los Reyes Magos además del montón de dulces de las posadas pero sobre todo con los “likes” del facebook y los mensajes que les llegan por whatsapp. Pero cuando Jonathan era niño no había más que la ilusión de partir la piñata y de asistir al mayor número de posadas que pudiera. Con sus amigos recorría calles en bicicleta contando los árboles navideños adornados con luces que se asomaban tras las ventanas. Con su familia iba a visitar los nacimientos y los adornos del centro de la ciudad. Recordaba a su abuela cocinando los romeritos y el bacalao pero en ese entonces el pavo no era tan popular. Veía a sus papás adornar el árbol y poner el nacimiento, y llegado el 24, su ilusión era ver a sus primos y a la familia reunida en torno de la mesa llena de platillos riquísimos y de deliciosos aromas.


Para Susana la navidad significó tristeza durante mucho tiempo hasta que conoció a Jonathan. Un 25 de diciembre había muerto su mamá cuando ella era sólo una niña. Esa navidad nadie le dijo nada. Había cenado en la nochebuena sola con sus abuelos. Ellos le pusieron una película navideña de esas donde las familias se reencuentran y que la entretuvo hasta el punto de dejarla dormida. Al día siguiente se percibía un silencio profundo y de calma como si no hubiera ser vivo en toda la ciudad. Sus abuelos descansaban en la habitación contigua, uno de ellos roncaba. Ella se paró de puntitas y caminó descalza por la casa, buscando a sus papás. No los encontró. A la noche la gripe la tumbó en la cama y fue entonces que entre sueños escuchó la voz de su papá que la arropaba. No volvió a verlo sino hasta el fin de año cuando pudo salir de la cama con el permiso de la abuela. Los cuatro cenaron en silencio durante la noche vieja. En el transcurso de enero se enteró de que su madre había muerto. Le contaron historias de estrellas y de almas y pidió con todos sus deseos poder volver a verla el día de reyes pero en lugar de eso recibió una muñeca que odió con todas sus fuerzas. De eso ya habían transcurrido más de 30 años y hacía más de 15 que su papá también había fallecido.


Conoció a Jonathan en la universidad y entonces comenzó a ver la época navideña de forma distinta. Él le transmitía su entusiasmo y asistían juntos a las posadas. Rompían las piñatas de los adultos y casi siempre pasaba la nochebuena con la familia de su novio. Una familia enorme de primos, tíos e invitados se reunía con la abuela que ya caminaba despacio pero sonreía a todos. Era idílico. Fue idílico también cuando se casaron y tuvieron a sus hijos. Fueron maravillosas las navidades aunque Jonathan siempre decía que no eran como las de antes, pero para ella eran las mejores.

Sin embargo, al llegar enero, Susana buscaba como siempre la soledad. Le pedía a Jonathan que paseara con los niños o los encargaba con alguien más. El 5 de enero le era particularmente difícil estar feliz pues en su corazón siempre estaba latente el deseo que había tenido desde niña. – Quisiera ver a mi madre – murmuraba para sí. – Desearía tanto volver a verla –.


Muchos dicen que si pides un deseo con todas tus fuerzas se te cumple. Otros dicen que han visto en sueños a sus seres queridos después de fallecidos. La gente dice tantas cosas que a veces simplemente ya no crees pero Susana creía muy en el fondo de su pensamiento, aunque fuera un poco, que eso sería posible algún día. Llegado el 5 de enero tomó los globos de sus hijos y los soltó al cielo. Los niños piensan que los globos viajan hasta donde están los reyes magos. Al soltar los globos dejó fluir con ellos su más grande deseo… y de repente dejó de verlos. De repente, de hecho, dejó ver todo lo que había a su alrededor.


Todo se oscureció y entonces, el tiempo dejó de transcurrir.

Frente a sus ojos pasaron sus memorias como imágenes borrosas lanzadas por un proyector de cine. A lo lejos escuchaba las voces de sus hijos y entonces su corazón se sintió exaltado. Frente a ella vio la imagen de su madre cuando era niña: un rostro tranquilo y suave que le acariciaba la frente. No vio más. No recordaba nada más cuando despertó en el hospital al día siguiente. Una enfermera pasó a su esposo al cuarto mientras le decía que se tranquilizara.

– ¿Qué me pasó? – Le dijo a Jonathan que la abrazaba y lloraba a su lado.
– Tienes que reducir ese estrés Susana, esto sólo fue un aviso pero afortunadamente ya estás bien. Qué susto me diste. Los niños estaban preocupadísimos, ni vieron sus regalos, lo único que querían es verte a ti.
– Vi a mi mamá ¿sabes? La vi entre sueños – Dijo con lágrimas en los ojos. – Nunca la había soñado, ni después de muerta.

Cuando regresó a casa días después, aún estaba el árbol de navidad en la sala y en él permanecían los regalos y las cartas de sus hijos. Una de ellas tenía dibujados a los tres reyes magos con sus capas de colores de crayola. Habían tardado sin duda pero cumplieron al fin su deseo, meditaba mientras los niños abrían sus regalos frente a su mamá que sonreía.

2 comentarios:

  1. Me encantan esos reyes... ¡claro que cumplieron!
    Ahora sí, me voy pero seguro volveré a seguir leyendo tus historias.

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    1. Un gusto que te hayas detenido un poco en tu camino.

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El mundo quizá no es más que un conjunto de poliedros irregulares cuyas caras son extrañas y cambiantes... Veamos hasta donde y hasta cuando rueda este poliedro antes de desvanecer sus aristas y perder la planaridad de sus caras, antes de volverse una esfera... a quién alguien en el camino le diga que su destino, era rodar y rodar.